“La carencia de yodo en el organismo puede prevenirse y erradicarse de forma sencilla y eficaz, mediante la aportación suficiente de yodo al organismo a través de la alimentación”
El yodo es un mineral presente en algunos alimentos, se puede vivir sin muchos elementos, pero no se puede vivir sin él. Razón por la cual, en muchos países, se incorpora de forma obligatorio el yodo a la sal de mesa. Siendo esta, una manera muy simple y económica de evitar mayores perjuicios en las regiones deficitarias.
De forma habitual, el yodo lo incorporamos a través de nuestra alimentación, ya que se encuentra en la naturaleza especialmente en el agua, aire del mar, peces, mariscos, algas marinas y algunos alimentos vegetales como la espinaca, brócoli, el ajo o la cebolla.
En las zonas de costa el aporte de yodo supera el mínimo necesario. Sin embargo, en las zonas montañosas y del interior la cantidad de yodo es mínima pudiendo ocasionar problemas para la síntesis de hormona tiroidea.
El yodo que ingerimos es atrapado con avidez por el tiroides, aunque no todo se fija en esta glándula, una parte se elimina por la saliva, la orina, la mucosa gástrica, y una parte pequeña por la leche materna durante la lactancia, siendo suficiente para que él bebe tenga su ración de yodo. Este proceso es esencial para evitar los casos de cretinismos endémico (discapacidad intelectual y física).
Si un embrión se desarrolla sin yodo y, por tanto, sin tiroxina, el niño nace con deterioro del desarrollo mental, siendo irreversible. Además, la falta de yodo limita intelectualmente a los niños, especialmente en sus 2 – 3 primeros años de vida. Otros trastornos además del hipotiroidismo se atribuyen comúnmente a la deficiencia de yodo, como el bocio o los nódulos tiroideos.
Por las razones explicadas, la ingesta diaria de yodo es el mejor método para prevenir estas enfermedades, existiendo periodos donde se requieran mayores cantidades (embarazo y lactancia). La cantidad diaria de yodo que se necesitan depende de la edad, las cantidades promedio diarias recomendadas según la OMS recomienda las siguientes cantidades:
- Niños de 0 a 6 años de edad: 90 µg/día
- Niños de 6 a 12 años de edad: 120 µg/día
- Mayores de 12 años de edad: 150 µg/día
- En el embarazo y la lactancia: 200 µg/día